lunes, 19 de octubre de 2009

Jake, Jake, Jake.. MI Jake, que no es ningún abogado! ¬¬

Ni sección fans, ni nada de nada.
Solamente el debido respeto y cariño que merece este señor, SEÑOR he dicho.
MI Jake, que es un romántico incurable, un loco lindo, un literato nacido para soñar y alzar el vuelo.
Un filósofo postmodernista que sabe que no hay manera simple de definir ninguna idea.
Que se dedica conmigo a charlas infinitas, eternas como el universo, sin principio ni fin, que se prosiguen y se dan pie una a la otra, la última a la primera y la primera que no lo es.
Un ser de otro planeta, de otro tiempo, de otra raza. Como yo. Como mis amigos.
Diferente.
Todo eso, puede ser todo eso. Y puede hacerse pasar por un abogado. Pero ojalá que nunca, nunca, se convierta por dentro en uno de verdad.


La merecida cita de su arte:


“.. nuestro porque lo que amamos, lo consideramos nuestra propiedad”
Alberto Cortez


Despertar

Corría. El escenario no me era familiar pero parecía saber por donde iba, conocer el terreno, estar seguro de cada paso. No tenia ni la más remota idea de cómo había llegado pero era tarde para echarse atrás, tenia que alcanzarlo. Entonces me di cuenta que me sentía muy, muy enojado. A quien sea que estuviese buscando, le convenía que no lo encontrase... Aceleré. Era la adrenalina de una necesaria persecución. Tenía que agarrarlo, y si lo hacia...
Abrí los ojos. La ceguera y la confusión propia posterior a despertar se estaban disipando. Me senté en la cama y mire alrededor. Estaba solo, lo que implicaba que todavía era la mañana. Estire los brazos, hice soñar las contracturas del cuello y me dispuse a levantarme, intentando pensar en mi sueño. No podía recordar haber soñado otra cosa anterior ni si el sueño mismo tenía principio, nada más venían a mi las imágenes de la persecución. ¿Por qué estaba tan enojado? O lo más curioso aún, ¿Por qué no había soñado con Ella? ¿Lo perseguía porque le había hecho algo? Solo eso podría despertar tanto enojo, tanto odio...
Metí la cabeza directamente abajo del agua en vez de lavarme la cara; ¿Qué me pasaba? Ni siquiera estaba seguro de que sea una pesadilla y sin embargo, estaba más preocupado que cuando algún problema me afectaba despierto: ¿Qué miedo tan grande podía existir en mi inconciente como para hacer que no soñase con ella?
Me miré el espejo y al ver mis ojos, estremecí del odio, del asco: 
Me sentía peligroso. Erapeligroso.

A nivel físico, no parecía haber cambios, lo que desde luego era algo muy bueno. Si lograba dominar mis emociones, nadie lo notaría. Necesitaba encontrar una respuesta a este cambio tan grande y más que nada una solución. No podía arriesgarme a perderla. Sería incapaz de hacerle mal, de lastimarla. Mi amor incondicional hacia esa perfección hecha mujer era algo que ningún sentimiento maligno pudiese cambiar. Su amor me tenía profundamente controlado y eso me tranquilizaba, pero solo en parte. Aun así no la lastimase ni lo hiciese con las personas que ama, ella no querría estar con un asesino. Y yo no podía evitar sentirme capaz de matar.

El clima se había estancado en una temperatura agradable y eso también era muy bueno. Intentaba evitar todo aquello que pudiese ponerme de peor humor, ya que obviamente no me ayudaría en mi propósito de intentar ser una buena persona. Si hacia demasiado frío o demasiado calor, podría enojarme. Y si lo hiciera.. Traté de no pensar en eso. Fui en su búsqueda caminando. No podía correr el riesgo de subirme al micro, me fastidiaban varias cosas de dicho transporte y no era el día correcto para que me pidan el asiento por pura comodidad. Aunque al principio tuve miedo, llegue a la conclusión de que sería mucho más inofensivo con tan solo tenerla a mi lado. Era una cuestión de suerte que esos episodios que tanto miedo tenia que pasasen todos los días de mi vida mortal, ocurriesen justo este. Si todo salía como lo planeaba, si todo era como yo creía, mañana sería otra vez el de siempre, libre de tener una vida normal a su lado..

Tarde mucho menos de lo habitual. Me di cuenta que este instinto asesino me convertía en una especie de depredador, me dotaba de una velocidad sorprendente. Caí en la cuenta que fue una idea estupida: Estaba en una facultad, en un lugar atiborrado de gente, de adolescentes, esos que son tan diferentes a mi, esos a quien siempre odie.. Pensé en ella. Clavé la mirada en los dos anillos dorados que había en mi dedo anular y no volví a levantarla. Por mi mente pasaron numerosos recuerdos felices, cercanos y no tan antiguos e intente decidir cual me gustaba más. Era imposible. Su presencia había cambiado mi vida en forma tan radical, había hecho de mi un ser tan dichoso, que en comparación a mi vida anterior, hoy me sentía afortunado. Y entonces, eso que tanto temía sucedió: una pequeña piedra me pegó en el muslo. Alguien la había arrojado, en afán de molestar al chico pequeño que yacía sentado con la mirada fija en su mano desde hacia más de dos horas.. Levante la vista y lo vi. Era mucho más alto que yo (también era más gordo) y me miraba con la suficiencia de quien tiene un exceso de confianza. Lo conocía, obviamente y estaba seguro, iba a matarlo. Me puse de pie de un salto y mi velocidad pareció asustarlo mortalmente. La confianza que brillaba en sus ojos se convirtió en un terror absoluto y noté que el mundo había parado. Solo estábamos nosotros dos concientes del universo, las demás personas yacían inmóviles, caminando despreocupadas, inconcientes de que el tiempo se había detenido cuando me dispuse a matar. Me quemaba el pecho, y el cuerpo me temblaba completamente. 
Mátalo, el se lo buscó. Me sorprendí cuando noté que estaba hablando. Y lo más raro aún, hablaba de ella y el miedo que me ocasionaron mis propias palabras me hizo volver en si: Cortarle la lengua si se atreve a hablarle, sacarle los ojos si intenta mirarla. Celos. Todo fue claro entonces. Corrió asustado y yo lo perseguí, como en mi sueño. Corría por las vías del tren, ahora las reconocía. Y ahora sabía porque no había soñado con ella, por que estaba tan enojado. Quería alcanzarlo, quería hacerlo pagar por lo que le hizo. Y entonces, mientras las barreras se bajaban y las sirenas comenzaban a sonar, mi cabeza hizo un clic. Él no le había hecho nada a ella. Simplemente había llegado antes que yo. Me había hecho mal a mi, a mi ego. A mis celos. Descubrí entonces que mi instinto asesino no era algo que se iba a ir con el tiempo, que siempre había estado ahí y que simplemente hoy había despertado. Lo vi correr a lo lejos y sonreí. No iba a transformarme en un asesino. Y aunque iba a morir como una buena persona, no iba a ganarme nunca el cielo. Pero mi necesidad de matar debía desaparecer cuanto antes, tenía que dejar un buen recuerdo de mí.Irme como una buena persona. Por eso hice caso omiso a la gente que se bajaba de los autos desesperada y me gritaba que me haga a un lado, que me iba a atropellar el tren.

Leandro Timossi. 11-8-09





Profundo y oscuro, como la vida misma.
Mi Jake.

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